10 septiembre 2007

24.11.05 Invierno


Abrí los ojos y allí estaba el invierno, sentí el sueño del bosque, la vida apagada, la nieve congelaba los sentimientos que quedaban inertes, a la espera de la vida, de la savia que los reavivase, ya no había rachas de aire que levantasen las hojas y las hicieran volar hasta otros parajes, estaban caidas, putrefactas, empleando sus últimos momentos para alimentar a la madre, esa que nos da y que tampoco recibe, la tierra. Todo estaba en calma, el frío se metía en mis huesos, provocando un eterno tiritar de mi alma. Añoraba mis sueños, correr con mi amigo, conocer todos los entresijos de mi mundo, pero ya había despertado.No se puede dormir eternamente. Me levanté despacio, tenía que moverme, así que eché a andar sin ningún rumbo determinado sólo por el mero placer de andar. Fui recorriendo palmo a palmo el bosque admirándolo en su belleza dormida, deteniéndome a observar cada liana, cada enredadera, cada liquen, nunca había conseguido fijar mi mirada en ellos, siempre pasaba algún animalillo que captaba mi atención o una flor de vivos colores, pero durante el invierno es más fácil, a pesar de lo dormido del mundo, mis sentidos seguían tan despiertos como en mi sueño, cada sonido por leve que fuese llenaba mis oidos, los verdes apagados por la nieve y los dias grises ocupaban mi vista, quería ser como la eterna buscadora, embriagar mis sentidos de con la vida de mi bosque, y paseando y andando, sintiendo, descubrí un rincón, que parecía formar parte de mi mundo onírico, lleno de ilusiones, donde todos dejaban su corazón intentando como yo sentir y hacer sentir su libertad, y así como una rosa que se abre para rozar el sol, así me rendí yo al torrente de vida que nacía de la fuente de la eternidad.

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